lunes, 29 de noviembre de 2021

Fluir de las sensaciones


 

A veces, creo que las cosas que me hablan, que me  invitan a seguirlas, para que pueda entender su destino, que recite sus  sueños, que busce sus anhelos, que olvide sus realidades, que permanecen escondidas, dentro de la memoria, fusilada de sus seres amados; quienes lloran, sin consuelo, el adiós de vocales y de consonantes que han perdido, su abecedario,  para formar parte del ayer. 

Ana Tapias( todos los derechos reservados)(©

 

domingo, 28 de noviembre de 2021

Nombre en la nieve

El martes nevó en mi ciudad, así que, olvidando el frio y las calles resbaladizas, me abrigué hasta no pertenecerme, para caminar sobre mi destino. La nieve es mi infancia, y, los años oscuros del colegio. Nunca me gustó el colegio de monjas, al que me apuntaron mis padres: las niñas eran malas, envidiosas, groseras, antipáticas, crueles; las monjas eran unas maniáticas, que me pegaban si no sabía leer o sumar bien. La nieve es mi abuelo, materno, y su recogedor azul en el balcón, desde donde mirábamos los kilos blancos, sobre los tejados de enfrente. La nieve, es el día el que que murió mi abuelo. La nieve en mi madurez, es no caerme, para seguir sobreviviendo en un mundo que a veces me da asco, pues ha olvidado la empatía, el sentimiento, la belleza, la bondad; un mundo que yace sepultado debajo del egoísmo, de la envidia, del grito, de la náusea, de la guerra, del dolor. No quiero vivir, en un mundo, al que no pertenezco, por eso escribí mi nombre sobre la nieve, para soñar en otra realidad; donde los seres humanos teñidos de esperanza se den las manos, no se las incineren en medio de la incertidumbre. Mi nombre, es solo uno más, que lucha por construir una sociedad sin miedo, ni dictaduras; por una sociedad libre, donde sonreír no sea pecado

 

Ana Tapias( todos los derehcos reservados)©

sábado, 27 de noviembre de 2021

Dedos desgastados de mis abuelos

 

Uno de mis tíos solteros, murió este verano, vivía en la casa de mis abuelos paternos;  que ha quedado vagando en el tiempo, suspendida en la ausencia, cantando viejos sueños, irreparables, en la memoria, de sus hijos y nietos, quienes acuden, a la casa, en busca de una caricia, de un susurro, de un anhelo, que los abrace, que los bese, que los deje dentro de sus figuras de plomo, que los inhiba de sus lágrimas; que fluyen escondidas a cada objeto callado, frágil, eterno, que fue erosionado por los dedos desgastados, de aquellos, a quienes llamamos abuelos, y ahora fingimos reconocer dentro  de sus cosas que sonríen al destino, sin perder, la confianza en que permanecerán en sigilo como parte del recuerdo.

Con todo mi amor a la memoria de mis abuelos paternos; Evarista y Saturnino, siempre en mi corazón

Ana Tapias( todos los derechos reservados(©


lunes, 22 de noviembre de 2021

El secreto

 

Mi sobrino, Guillermo, un niño, cuyos ojos azules brillan humanidad, destellan buen corazón, iluminan sensibilidad.  Se me acerca y me dice “Té voy a decir un secreto". Pensé que no sea nada malo, y me suelta “Sé quiénes son los Reyes Magos", su madre iba con nosotros y en ese momento, mi sobrino, hizo que viajara de mi madurez a mi infancia; donde una niña rubia, se sentía asustada, la noche del cinco de enero, esperando a que los Magos, se abalanzaran sobre la ventana para dejarme regalos;  que no sé si quería  o me gustaban a mí,


o eran deseo de mis padres, de mis abuelos,  que los tuviera para entretener mi cansancio de ser niña que quería ser mayor; y ya mayor, creo que los Reyes son los padres, pues son ejemplos, pues son espejos, pues son nuestra memoria de la supervivencia, pero eso, mi sobrino, lo entenderá, cuando su hijo se lo pregunte, y vea a sus padres canosos, achacosos, débiles a su lado, que caminan con dificultad, esperando que el destino los deje pegados en las bolas de nieve  de cristal cada navidad.

 A mí, Guillermo, con todo mi amor. Puesto que sus secretos cambian el mundo

Ana Tapias( todos los derechos reservado©

domingo, 14 de noviembre de 2021

Caminar al revés de la realidad


 La soledad es niebla en la mirada, que nos lleva a caminar en otra realidad, la que soñamos, la que fantaseamos,la que anhelamos, mientras inútiles, invisibles, indescriptiles lagrimas se aporan de nuestros pasos, asustados de un mañana, que promete dejarnos al lado de un ataud sin forma y con pauperrimos recuerdos sobre el pasado, que fue, existió, que quedó atrapado dentro de las neuronas del tiempo, que nucna es justo ni necesario.

Ana Tapias( todos los derechos resservados)©

domingo, 7 de noviembre de 2021

La necesidad de vacunarse

 Uno de mis sobrinos, llegó la semana pasada, acatarrado a casa de mis padres. Estuvimos casi todo el rato con mascarilla; pero, la distancia y el amor, se llevan mal, así que, hubo un momento, en que le dimos un beso, sin mascarilla, mi madre y yo. Le pregunté “¿no tendrás el covid?", mi sobrino, es un adolescente con altas capacidades, que ha pasado el covid y está vacunado, me contestó " no". Pasé de largo de su catarro, pero, mi madre se contagió y yo también, y claro, eso ya es otra realidad; puesto que, mi madre es de alto riesgo. Pasó el covid en marzo del 2020 y se vacunó en febrero de 2021, y en breve, recibirá la tercera dosis de refuerzo. Dos enfermeras-rastreadoras, que llevan luchando contra el covid, desde que empezó a dar señales de existencia, me convencieron para que nos hiciéramos la prueba. Estaba reacia, pero tenía la necesidad de saber si volvíamos a ser positivas o no.  Mi madre y yo, fuimos a las casetas del hospital, nos metieron los palitos, por cada uno de los orificios nasales. El palito giraba, y giraba, como si fuera el planeta tierra, y mis ojos lloraban, angustiados por la enfermedad, que tantas muertes ha causado y causará. Las heroínas anónimas, enfermeras de profesión, que luchan por salvar vidas, desde que la virulencia de esta enfermedad, nos obligó a confinamos al planeta entero, provocando el silencio de un mundo, que llevaba siglos sin escuchar su voz; me mandaron un mensaje para decirme que "éramos negativas”. Lloré compulsivamente, al revivir el covid familiar, en el que nos vimos atrapados, sin saber, si viviríamos o moriríamos. Mi padre, casi se muere, en la habitación de un hospital solo, y sin zapatillas de casa, que no pudo llevarse al irse en las ambulancias de la muerte. Que recorrían las calles vacías, recogiendo a personas con síntomas de un virus, que dejaba ataúdes a las puertas de los cementerios; donde eran despedidos con frialdad, a pesar de que la primavera despuntaba en los jardines, a los que estaba prohibido ir, porque hasta respirar era peligroso. Mi padre se fue recuperando, se sigue recuperando, de las secuelas del covid, que le atacaron de diversas maneras y que nos han obligado a pasar muchas horas en urgencias, haciendo pruebas y más pruebas. La vacuna es necesaria, bien es cierto que no previene el contagio, de momento, pero si protege de una enfermedad agresiva, cruel, inhumana; de la que leo en un periódico, que en Europa del Este, solo hay un 29% de vacunados, debido a una pésima información de sus gobernantes, quienes no alientan a la gente a vacunarse, lo que irremediablemente los llevará al olvido, en siniestros hospitales, donde serán tratados como cuerpos, con la muerte escrita en sus frentes, sin posibilidad de salvación. Y mi tristeza aumenta, por la suma de dolor y de miedo, de seres invisibles, entregados a la supervivencia; encadenados a la inmortalidad de unos regímenes, donde la democracia es un sueño de libertad y de salud, donde solo algunos son capaces de sobrevivir; y mientras, en la Europa del oeste, piden certificados covid, para entrar en espacios cerrados, y las olas, cada vez, son dejadas en la orilla antes, gracias a las vacunas; que han pasado a ser decisivas en nuestras vidas, antes caducas por el más leve suspiro, ahora de nuevo perenes ante un horizonte, que fluye esperanza, a la que han bautizado como nueva normalidad, pero nunca, seremos los de antes, o tal vez sí, eso es parte de la historia que estamos construyendo entre todos. 

Con todo mi cariño a dos heroínas anónimas: Lolita y Anita

Ana Tapias( todozaos los derechos reservados(


Ana Tapias( todos los derechos reservados(©

 

La rueda de la memoria


 .

El hombre de la fotografía, es mi abuelo materno, Leoncio, que permanece ausente de mi vida;  pero pasados tantos años desde que se fuera sin despedirse, le sigo llamando en mis sueños; en mis desvelos; en los objetos que le pertenecieron; le sigo buscando detrás de cada puerta; junto a los cristales; en su habitación; donde sufro arritmias de soledad, encadenadas a infartos cerebrales, que me hacen rodar hasta mi rutina, donde soy incapaz de llorar al descubrir su mirada al otro del recuerdo-

Ana Tapias( todos los derechos reservados)©

Con todo mi amor, a la memoria de mi cariñin, mi abuelo Leoncio, siempre en mi corazón abuelito


 

martes, 2 de noviembre de 2021

Pinzas del silencio




Estas pinzas, yacen silenciosas, dentro de la muerte, de uno de mis tíos paternos; quien imagino, que las usaría para colgar sus prendas. Nadie ha querido rescatar las pinzas, de su espacio; por temor a que las huellas, del difunto, contaminaran nuestros pensamientos, envueltos,  en las prisas, en la rutina, en la monotonía, en el estrés de no recordar gestos, palabras, olores, que forman parte de nuestras muertes, que son las de las otros;  que nos invitan a soñar, con no ser eternos, con no congelarnos en la memorias de quienes nos quisieron; con  cambiar de estado para pasar a ser silencio  fúnebre, que nunca habla desde la ropa, sino que se desdibuja dentro del color de la vida, que pasa para todos, que nos ignora a todos, que nos deja a todos como pinzas, inertes, en medio de la nada, donde es imposible llorar a nuestro olvido
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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