El sábado, me llamó la atención, este
hombre oriental, con la cabeza baja, con la mirada ausente, con el silencio
escondido en su ropa. No logré adivinar su rostro, ni entender su ausencia de
palabras. Tal vez, haya huido de la enfermedad; de la presión de sobrevivir; de
la duda sobre si existe la felicidad, y, busque abrigo en la soledad de una ciudad, por la que no pasa el tiempo.
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