El atardecer, es imposible de adivinar dentro
del día; donde vivimos pegados al despertador, que nos imprime, tácitamente, la
prisa en nuestro organismo; que camina torturado por minutos, que devoran
nuestra existencia, para olvidar el sufrimiento de someternos al destino; que
se balancea en el atardecer, al lado de la duda, de no saber si sobreviviremos
a la noche; donde nuestros ojos acariciaran otra realidad, no bautizada por la
costumbre; abocada al adiós; sometida al naufragio de la despedida; que nunca
diremos a nuestros seres queridos, quienes lloraran cada amanecer nuestra
ausencia que los abrazara en su memoria.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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