Me gusta leer despacio, sin tiempo ni obligaciones, pero a veces, se cuelan palabras que abandono sin pensar en ellas, aparcándolas en el trastero de mi memoria, de donde las rescato si surgen en alguna conversación trivial, absurda, olividada de contenido. El periódico “El Mundo”, me ofrece un artículo de Jorge Bustos, sobre David Gistau, quien murió hace un año. Su evocación es enternecedora; debajo del gigante de las frases exquisitas, se escondía un ser humano brillante, familiar, soñador. También leo una entrevista a Carmen Thyssen, sobre su colección de cuadros. “Mata mua”, pintado por Gaugin en 1892, vuelve a España. Me alegra que el arte se reencuentre con la mirada de los que acuden al Museo Thyseen( en cuanto podamos viajar, iré a verlo, y lloraré, pues los lienzos, causan esa impresión en mi) Sigo ojeando páginas y encuentro el arte de los hijos de Sorolla, quienes nunca tuvieron el éxito de su padre; puesto que los genes creativos no se heredan, solo se intuyen, por eso es imposible igualar o superar a los padres. Termino leyendo “LOC”( suplemento de el periódico “El Mundo) Me deja perpleja, los desajustes de la relación de un hijo y su madre; famosos, acosados a veces, por las deudas, por los problemas con la justicia; todos ellos vendidos delante del mejor postor televisivo. Intento empatizar con sus vidas, no debe ser fácil crecer sin un padre, y con una madre, que ha de llevar paz, alegría, fundamento, a un hogar roto por una cornada de un toro en Pozoblanco. Mi estado de ánimo, ajustado a las mascarillas quirúrgicas y FP2, me obliga a no subrayar en ciertos libros mis emociones, entre ellos”Los colores del incendio” de Pierre Lemaitre, donde intento no ahogarme, dentro sus frases cortas, su locuacidad de hechos, su insistencia en los sucesos. Busco la brevedad en muchas de mis lecturas, para así, acortar el tiempo de espera de otros textos, de otros libros, que transformarn mi soledad en abrazos de la fantasía.
Ana Tapias( todos los derechos reservado) ©
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