Una tarde sin rumbo, acosada por el cansancio; caminar se convierte en una
rutina necesaria para olvidar el dolor, la incertidumbre, el miedo, de estos
meses, donde la enfermedad domina el noticiero, las calles, las esquinas, las
alcantarillas; donde estar a salvo es una utopía, pues cualquier lugar
está contaminado de ataúdes sin rumbo; de cuerpos sin despedidas; de
pulmones sin oxígeno; de palabras sin abecedarios; de ritmos analfabetos; de
partituras inacabadas, que nos llevan a una música,donde el destino se oculta
en una mirada que no sabe dónde llorar.
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