No me
suelo entrometer en las vidas ajenas, pero a veces, se cuelan entre mis
lecturas. Una figura universal del baile, llama mi atención en un artículo del
LOC sobre Antonio, el bailarín. Busco sus datos en la Wikipedia(nació en
Sevilla 4 de noviembre de 1921, murió en 5 de febrero de 1996). Era guapo,
moreno, de ojos penetrantes, la altura no la adivino. Cargado de
condecoraciones al trabajo, una larga lista que me lleva a unos zapatos, a unos
pies, a unas manos, a un esqueleto, que conmovieron al mundo; que brillaron en
los escenarios, que emocionaron a millones de miradas vacías inmersas en sus
pensamientos, alejados de sus mentes al ver bailar a Antonio. El artículo del
LOC, invita a colarse en sus amoríos con hombres, con mujeres, nunca
desvelados, nunca ciertos, siempre susurrados, que corrían de boca en boca, por
las Españas, donde viajaba con sus ojos de genio; este hombre de pies sonoros.
Su final, como todos los finales, fue trágico, desolador, perturbador; la
muerte lo es; así que, el
estremecimiento de su adiós, nos deja una figura a la que volver una y otra
vez, con el asueto de la memoria, para refrescar nuestro dolor monótono
No hay comentarios:
Publicar un comentario