El tiempo se desvanece mientras lloramos, reímos, amamos, sufrimos,
trabajamos, descansamos, dormimos. En nuestra piel, los segundos, los minutos,
las horas, se traducen en arrugas que van y vienen, sin miedo, por las calles;
que se posan en las viejas iglesias, inmersas en las dudas; olvidadizas de bautismos; cantando a la erosión
del pasado, que nunca vuelve como fue; vuelve como lo pensamos, como lo imaginamos, como lo
recreamos, dentro de nuestros límites de quietud, acompasados, al olvido, de
nuestros pasos que se perderán, bajo los atrios románicos, que respiraran los
ecos de los suspiros de quienes nos soñaran.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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