En mis
horas, de espera en el hospital; adivino detrás de los rostros envejecidos a un
hombre guapo, elegante, valiente, con fuerza y con destreza para la supervivencia,
ahora consumido por la erosión del silencio sobre su cuerpo; sus ojos enfermos,
miran con pena y con desarraigo como si no fueran nada, pero son
importantes. Su importancia radica en el valor de haber conquistado sonrisas; de
haber conjugado lágrimas; de haber bailado fracasos; de haber cantado éxitos. Ha
sufrido miles de metamorfosis, todas ellas, guardadas en su caduca memoria, que
desde mi butaca incomoda, observo con delicadeza, con admiración, con
esperanza, de llegar un día a alcanzar su sabiduría.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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