miércoles, 20 de julio de 2022

Disfrazar la nostalgia


 

Nunca volveremos a ser niños, pero no resistimos a abandonar los recuerdos de que lo fuimos. Guardo, el vestido de lana, que tejió, mi abuela Encarna, para una muñeca; que llegó envuelto, en una caja, a nuestra nueva casa, pues vivíamos, en ese momento, lejos de los abuelos; a quienes veíamos a través de la fantasía, a las tres de la tarde, la hora del parte; decía mi madre, y las noticias nos abrazaban a ellos. Nosotros, por el azar del trabajo de mi padre, residíamos en una ciudad de mar;  donde cada mañana,  observaba los barcos, la inmensidad, el azul del horizonte; que no tenía en mi ciudad de origen a la que volví pronto,  donde solo podía ir al rio, con las chanclas de los años ochenta, que aún conservo dentro de mi armario, que saco, de vez en cuando, para ponérmelas y así disfrazar mi edad adulta de la nostalgia de lo que fui una vez: niña.

Ana Tapias( todos los derechos reservados)©

 

lunes, 18 de julio de 2022

La sandia o la vida

 


De pequeña, no me gustaba la sandía, yo era una niña de melón. La he empezado a comer en la edad adulta, por eso de hay que probarlo todo; que ahora, me lo creo más, y lo voy asumiendo como parte del protocolo de la supervivencia, a la que me veo abocada sin remedio, ni excusas. Ya decidida a asumir la sandía como parte de mi vida, sube el precio y se convierte en un sueño de verano; donde muchos ciudadanos, recordaran que robaban sandias en los veranos de su infancia y nunca podrían imaginar que alguien les preguntaría ¿la sandía o la vida?

Ana Tapias( todos los derechos reservados)

viernes, 15 de julio de 2022

Juegos de la memoria


 En mis paseos por las calles de mi ciudad, a veces, la nostalgia me abraza y entonces sé que he corresponderla e ir junto a ella. Viajo al pasado, subo tres escalones para situarme en un patio, donde nunca he jugado, pero si lo hizo mi abuela materna. Mi abuela era rubia, pelo rizado y ojos verdes; me acerco hasta ella, la agarro la mano, la doy un beso, la hablo, pero no me contesta; está pendiente de una ventana; junto a mi abuela, se encuentra un niño, más pequeño que ella; es rubio, con ojos azules; le agarra de la mano. Una voz dulce, se abre paso en el patio, es la de Flora, su madre; apenas la distingo. Les llama para que vayan a comer. Mi bisabuela, me mira desconcertada; ella si me ha visto, pero no dice nada, no quiere que los niños se asusten, ante la extraña, que llora desconsolada por la fugacidad de la vida; por lo efímero del sentimiento; por la caducidad del recuerdo. Mi abuela, se desvanece junto a su hermano, y yo sé que volveré a ese patio, donde mi corazón se siente vivo.

Con todo mi amor para mi bisabuela: Flora Sanz Cristobal; mi amada abuelita: Encarna Heredero Sanz y a mi tio abuelo: Amador Heredero Sanz

Ana Tapias( todos los derechos reservados)

jueves, 14 de julio de 2022

Calles sin destino


 


Las calles de mi ciudad, Segovia, están destrozadas por el paso del tiempo; machacadas por la erosión de las estaciones; estropeadas por el devenir de coches, autobuses, tractores, triciclos, bicicletas, motos; que las conducen hacia la nada, hacia el olvido, hacia la desmemoria, de los ciudadanos, que hacen equilibrios para no caerse, dentro de la ineficacia ,de aquellos, a quien votamos, y a quienes entregamos nuestro dinero, para que creen una ciudad espejo de nuestros sueños. Pero ellas, pero ellas, sueltan palabras envueltas en la cultura, su cultura, que no la nuestra.  La cultura empieza por el bienestar de los ciudadanos, quienes debe salir a las calles, sin destino, con tiritas para tapar la sangre de sus cuerpos, que caen una y otra vez, y son pisados por ellos, por ellas, que balancean sus cuerpos arrogantes, en los festejos, como sno pasara nada; pero si pasa, puesto que Segovia, llora y nadie recoge sus lágrimas, que inundan cada rincón, desbordándose en un Acueducto plagado de vegetación, que florece cada primavera, sin que nadie  limpie la memoria de una ciudad que agoniza entre susurros.

Ana Tapias( todos los derechos reservados)©


miércoles, 6 de julio de 2022

Hombres de la crónica social

Soledad de un vaso



Nadie está a salvo de sentirse solo, sobre todo, si eres el único que queda en tu misma forma, en tu singular idea, en tu peculiar abstracción, en medio de la nada, de una cocina, repleta, de objetos ,que te recuerdan tu insignificancia, tu deterioro, tu torpeza por no participar de las palabras de los otros; que se lanzan uniformes en busca de la caricia, del susurro, de la aceptación, para no perderse dentro de su  olvido; que es  un adiós prematuro, encajado dentro de la lluvia de un grifo, donde lloran abrazando su sentimiento, que solo recordara el viento.

Ana Tapias( todos los derechos reservados)©