De pequeña, no me gustaba la sandía, yo
era una niña de melón. La he empezado a comer en la edad adulta, por eso de hay
que probarlo todo; que ahora, me lo creo más, y lo voy asumiendo como parte del
protocolo de la supervivencia, a la que me veo abocada sin remedio, ni excusas.
Ya decidida a asumir la sandía como parte de mi vida, sube el precio y se
convierte en un sueño de verano; donde muchos ciudadanos, recordaran que
robaban sandias en los veranos de su infancia y nunca podrían imaginar que
alguien les preguntaría ¿la sandía o la vida?
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