Llevamos un año, donde un virus nos ha convertido en pequeñas marionetas; un virus que dirige nuestros movimientos de un lado para otro; un virus que malversa nuestras caricias. Nos apartamos con decisión, con argumentos, con miedo, de personas de las que pensamos que pueden ser nuestros asesinos, en medio, de un destino de plañideras; hasta donde llegó la lluvia y nos agrupamos en un soportal, encerrados dentro de nuestras mascarillas, ajustadas a nuestras orejas, narices, bocas; incapaces de pronunciar palabras, por temor a quedar colgadas de una sabana de hospital, sin reciclar del dolor; pero la lluvia, nos trasladó hacia la libertad del pasado, donde ver llover no era un acontecimiento, era algo rutinario, incluido en una nuestra lista de adversidades de zapatos encharcados y ropa mojada, y ahora, es una necesidad, un suspiro de esperanza de una realidad, que silenciosamente retorna al ayer.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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