Carmen, una compañera de trabajo, que estudió en las Concepcionistas de
Segovia, como yo, me ha adentrado en un, grupo de Facebook, de exalumnas, que
nunca había visitado. La verdad, es que no tengo buen recuerdo de mis años
escolares, formados por asignaturas, que me aburrían; por profesores que
desdibujan mi fantasía; por monjas, que me pegaban por no entender las
matemáticas; por niñas, crueles, antipáticas, groseras, vulgares, que se reían
de mí por mi timidez, que me llevaba a tartamudear. Eso sí, tuve la suerte de repetir
3 de E.G.B. lo que me brindó la
posibilidad de estudiar con mi hermana, Encarnita; una alumna brillante, de
altas capacidades, a la que siempre admiré, y que fue mi apoyo en esos años
donde tanto sufrí. No reconocía en la fotografía a ninguna monja, que me
parecían seres con cofia. indeseables, entregados al propósito de hacernos
sufrir; pero la señora de pelo corto, y gafas, tenía cara de ser buena persona.
Me adentré en su mirada, retrocedí treinta y ocho años, y la vi era ella: Sor
Milagros. La mujer, que nos daba música; que nos elevaba a Dios gracias a las
canciones, que nunca he olvidado; que nos inculcaba el amor hacia de los demás,
que ella misma practicó pues creo que se fue a Misiones, donde haría feliz a
mucha gente. Sor Milagros, era una nota diferente dentro de un convento, de
mujeres, casadas con la fe. Sor Milagros, era ella misma, no la mujer de un ser
invisible, al que había de ser fiel cada semana en misa, y que, si no iba, me
castigaban horas y horas de pie. Sor Milagros, fue la batuta de la esperanza, de
mis años de infierno escolar, que me ha costado mucho superar. Nunca voy a olvidar, la ternura de una mujer,, morena, de ojos grandes, con voz de ángel y alas de
empatía a quien llamábamos Sor, quien vivirá siempre en mi corazón.
Con cariño a Milagros Martin Jorge,
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