La infancia es un país donde vuelvo,
cuando me siento mayor, para querer ser mayor, desde los zapatos de tacón de mi
madre, de mi abuela. Para llegar a mi infancia, he de atravesar mares del
silencio, océanos de la duda, islas de soledad, valles
de lágrimas, montañas de sueños y cuando al fin me dejo acariciar
por sus calles, siempre grandes; por sus árboles, siempre nevados; por su olor,
siempre a turrón de chocolate; aparecen
mis abuelos, guapos, aún no deteriorados por la enfermedad; quienes me abrazan
con fuerza, para no dejarme escapar, para sentir que siguen vivos, para
contarme sus vidas de lucha, de sacrificio, de guerras, que dejaron a un lado
para rodearse de las comodidades que nunca tuvieron, que nunca pensaron, que
nunca dibujaron en sus cuartillas, donde aparecían los números premiados de
lotería de navidad, que nunca eran los suyos. Para mí, la verdadera navidad,
son las sombras de mis abuelos, seres encantados, mágicos, hechizados, por el
amor, que me acompañan, cada año, cuando me deslumbran las luces de las calles,
y me apresuro a comer desde el recuerdo.
domingo, 19 de diciembre de 2021
La verdadera Navidad
© Ana Tapias( todos los derechos reservados)
A la memoria de mis cuatro abuelos: Evarista, Encarnita, Saturnino y Leoncio
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