La noche, es aún más dura cuando un vecino muere. La luna llora. El silencio se apodera del vecindario, que teme hablar al destino, no vaya a ser que sea el siguiente. Las pinzas murmuran a la ropa cómo murió; el sufrimiento que tuvo hasta dejar de respirar; su no despedida de los vecinos, pues hacía meses que su memoria naufragaba.
Tendremos que acostumbrarnos a no verle, a no oirle, a imaginarle escondido bajo una lápida.
El paso del tiempo, marginará su figura al otro lado del recuerdo, donde malviven las sombras.
Ana Tapias
Tendremos que acostumbrarnos a no verle, a no oirle, a imaginarle escondido bajo una lápida.
El paso del tiempo, marginará su figura al otro lado del recuerdo, donde malviven las sombras.
Ana Tapias
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