lunes, 1 de febrero de 2016

Emilia

Cada vez que voy a sellar al INEM, la tristeza asedia a  mineuronas. Entrsigilosa, observo a los parados, llenan la oficina cosus problemas, cosududas, cosus lágrimaescondidas bajo la sombra de la incertidumbre. Mi mirada agonizaba entre mostradores, delante mia iba un hombre alto, guapo, bien vestido. La empleada del INEM de Segovia, lexplicaba, lentamente, los trámites a seguir para cobrar las prestaciones. A mi lado, se acercó una mujecon gafas, de mediana edad, cocara de prisa. Llevaba las llave en la mano." A vesi termina pronto, Emilia", dijo. Emilia, cercana a losesenta, gafadcerca, media melena rizada, ojos marrones; aclaraba al  desempleado lonúmerode télefono a lono debía llamar posu coste. "Pasa antes", la dije."Gracias, tengo el coche mal aparcado", respondió. Emilia, indicaba los télefonos para pedir ayuda familiar a un hombre joven. Mi tristeza se fudisipando. Emilia me había contagiado su serenidad, su fortaleza, su bondad interior.  La dí mi tarjeta, la  selló. Un hombre mayosdespidió della. Una sonrisa sdibujaba en mi rostro al salir.


A Emilia

Ana Tapias

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