Cada vez que voy a sellar al INEM, la tristeza asedia a mis neuronas. Entro sigilosa, observo a los parados, llenan la oficina con sus problemas, con sus dudas, con sus lágrimas escondidas bajo la sombra de la incertidumbre. Mi mirada agonizaba entre mostradores, delante mia iba un hombre alto, guapo, bien vestido. La empleada del INEM de Segovia, le explicaba, lentamente, los trámites a seguir para cobrar las prestaciones. A mi lado, se acercó una mujer con gafas, de mediana edad, con cara de prisa. Llevaba las llaves en la mano." A ver si termina pronto, Emilia", dijo. Emilia, cercana a los sesenta, gafas de cerca, media melena rizada, ojos marrones; aclaraba al desempleado los números de télefono a los no debía llamar por su coste. "Pasa antes", la dije."Gracias, tengo el coche mal aparcado", respondió. Emilia, indicaba los télefonos para pedir ayuda familiar a un hombre joven. Mi tristeza se fue disipando. Emilia me había contagiado su serenidad, su fortaleza, su bondad interior. La dí mi tarjeta, la selló. Un hombre mayor se despidió de ella. Una sonrisa se dibujaba en mi rostro al salir.
A Emilia
A Emilia
Ana Tapias
No hay comentarios:
Publicar un comentario