Cada atardecer, dejo a mis palabras en blanco y negro teñidas de alegría, de tristeza, de sonrisas, de lágrimas, de caricias, de susurros, de luchas, que se desdibujen en el horizonte, junto al último rayo de sol; para que, sueñen en soledad, en libertad, sin prisas, acariciadas por el silencio, y, así tal vez, a la mañana siguiente, me hablen en color.
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