No me gusta el fútbol, no entiendo de las hazañas con el balón que cambian de pierna, que dejan atrás rivales, que encuentran la portería, que hacen gritar a la grada. Tal vez, por eso, no puedo con la figura de Maradona como un héroe del césped, admirado por miles de personas. Imagen que me lleva a los circos romanos, donde un tirano laureado, decidía quién vivía o quién moría, tras la lucha en la arena, jaleado por los pobres plebeyos, que olvidaban sus míseras existencias. A Diego Armando, lo veo desde sus actos, que podrían formar parte de una crónica de sucesos, con idas y venidas a la cárcel; donde nadie le hubiera salvado de ser tratado como un delincuente, pero la Historia no siempre acierta con sus héroes ni con sus verdugos, que es en lo que se convirtió "el Diego" en su vida personal. Estoy convencida, que el primero que sufrió sus excesos fue él, pues nadie puede estar feliz en la piel de un hombre con adicciones; de un hombre que pega a las mujeres; de un hombre que tiene relaciones con menores; de un hombre que salta sobre la justicia para convertirse en un dios de todo pero sin nada en su conciencia. Ha muerto un hombre solo; un hombre vencido por las circunstancias; un hombre ajeno al horizonte, a la madrugada, a las hojas, a las flores, a los silencios; un hombre que nunca fue fiel al espejo de héroe, roto delante de una figura esperpéntica, histriónica, cruel, dominadora, de la que nadie nunca quiso saber.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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