Se me pone a
gritar como si tuviera razón cuando le he dicho que tenía unas limitaciones
físicas, para subir la maleta hasta donde quería. Hasta el revisor,
le ha aconsejado que se tranquilizara. Pero, yo en mi sano juicio, prefiero
ignorar que odiar. No me sale rentable tener mala leche, hostia o baba, y
empoderarme en la agresión; pero ya llegará su momento y la fuerza del
caos se revolverá en contra de ella, y su ego sin empatía ¡Ahora qué hace con
su maleta! La baja, se explaya con la cremallera, la abre; y yo, que
apenas puedo mirarla, no me vaya a fulminar con su ira, no tengo acceso a la
mía, porque no sé gritar; que siempre es agradecido, para ciertas, personas
como manera de joder a otras. La gritona, es la típica joven, con
mono, negro, ajustado; combinado con sus bambas negras; todo muy ceñido a un
cuerpo interpretativo, que necesita a una persona tan estúpida y egocéntrica
como su voz de media soprano de tienda de
oportunidades y tendrá tanta estrella, que volverá loco a cualquier imbécil, de
figura insípida, que se acerque a sus decibelios, en busca de un buen polvo. A
pesar de todo, sacó su lado más tierno, para ayudar a una pasajera, cuyas maletas
parecían armarios empotrados, a la que se ofreció a ayudar. Me hice la
remolona, al final del trayecto, para alejarme de esa sujeta, quien solo
pensaba en abrir y en cerrar su maleta, donde encontraría su espejo, que
reflejaría a la madrasta de Blancanieves.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
No hay comentarios:
Publicar un comentario