Los viejos zapatos, de mi padre, que ya no caminan se angostan a una fotografía que circula, de cajón en cajón, puesto que no pertenece a nadie y no es reclamada como parte de una herencia. La ha rescatado para bañarla con mis silencios; puesto que sus palabras permanecen encalladas en una guerra, que no ganaron. Todas las batallas, son emociones desiguales en manos de francotiradores del odio, del miedo, de la injusticia, que derriban corazones para postrarlos en la anosmia de la memoria, de donde unos cordones desgastados los unen a la soledad del destino, que yace como un espectro en cada rostro, en los que busco respuestas a los interrogantes sin destino.
Ana Tapias) todos los derechos reservados)
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