Cada atardecer, el sol nos indispone contra la quietud del sentimiento que gira como si fuera un concha de mar, buscando el destino; que no se detiene ante la adversidad, sino que busca, que indaga, que incita a ser libre dentro de un cosmos de sospechas; donde la incertidumbre ,del odio, se cuelga de nuestros cuerpos que emiten vocales de esperanza ante la inmensidad del dolor que nos acosa en cada momento, en cada silencio, en cada suspiro, en cada lágrima, que brota desde nuestro ego, que respira sin ventanas
Ana Tapias ( todos los derechos reservados)©
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