Las
experiencias forman parte de nuestra convivencia con la rutina, que nos acosa
desde el despertador, imaginario, que se balancea sobre nuestras obligaciones
impuestas por la necesidad de sobrevivir, dentro de un mundo de envidias, de
odios, de puñetazos, de seres, con corazón como nosotros, pero que late al
ritmo de sus espejos rotos, imposibles de reconstruir por nuestras sensibilidades,
que lloran sujetas a sus malos actos, que nos persiguen como si fueran sombras
en nuestros cuerpos, que pesan demasiado; que rompen balanzas; que destrozan piernas; que acaban incrustadas
en cuerpos informes, que nos devuelven a la nada de dónde venimos y adonde
siempre volvemos
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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