Cada mañana, de Viernes Santo, camino en soledad,
por la Catedral de mi ciudad; que resguarda, las semanas santas de mi infancia;
donde aprendí a amar las tradiciones; donde aprendí a respetar los cultos;
donde aprendí a sentir el dolor, que llegaba hasta mí, al ir a la “Procesión de
Viernes Santo”; donde hombres y mujeres, lloraban la despedida de Jesús, el maestro,
el amigo, el hijo. Camino de la mano, de mi abuelo. materno, escuchando sus
palabras de su niñez; me detengo delante de una capilla, donde encuentro a la
burrita, que sale el Domingo de Ramos a las calles; y mi mente, viaja, a
como mi hermana, Encarnita, se perdió al seguirla; pero en seguida apareció; en
frente de la burrita, se encuentran los
tambores, apretujados, aburridos, adormecidos, hasta que lleguen las manos, que
los acaricien, para que su eco, tome el corazón, de la que niña, que fui y lo trasporte hasta la eternidad,
donde descansarán mis recuerdos
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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