Regresaba a casa, algo cansada, por los kilómetros,
que dominaban mi cuerpo, entre la mañana y el atardecer; cuando me fijé en un
pájaro, cuyas alas no se desplegaban para volar y daba pequeños pasos, buscando refugio a su tristeza; tendría que
haberlo cogido entre mis manos; acariciarlo, darle fuerzas, susurrarlo "
que no pasaría nada, que iba a superar esta prueba de la naturaleza, que la
vida no es fácil"; pero no fui capaz de arroparlo con mi esperanza, que
lloraba en mi mirada; sabía, que algún gato, lo apresaría entre sus fauces de
depredador, para sobrevivir un día más a su hambre de gato sin hogar, de gato
sin prestaciones, de gato sin futuro; que debía acorralar, a un ser inocente,
que nada podía hacer para salvarse. Lo enterré dentro mi dolor; y seguí
caminando con otra pena más en mi corazón.
Ana Tapias( todos los derechos reservados(©
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