Suspiro un inicio cada mañana, al compás del pulso de las
cucharillas, que parecen espejos de mis sueños; que sobreviven encerrados en
mis pesadillas, durante la noche; donde
la ternura de la inconsciencia me vigila, me cuida, me invita a permanecer hierática
ante el momento, que olvido, que no vivo, que no recuerdo; pero llegado un
instante, un impulso certero, una corriente de vida; me levanta como si fuera
un despertador de la ternura, que me lleva a beber un café de incertidumbres,
de nostalgias, de probabilidades, sobre si seré capaz de sonreír una nuevo día
más.
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