Estoy acostumbrada a caminar en soledad en mi ciudad. En Madrid todo cambia. La soledad son hombres y mujeres anuncios. Hombres y mujeres que reclaman atención. Sus anuncios hablan de su pobreza, de su necesidad. Sus anuncios interrogan a la realidad. Ellos nada tienen que comer, y el resto se pasea voluminoso de bolsas de grandes marcas. Ayer me fijé en un chico: salía de Dolce Gavanna o Armani, no lo recuerdo. Era joven, de media melena y una señora se dirigió hacia él, para pedirle unas moneditas. El jovén la ignoro. Ella la siguió hasta el semáforo. Él no miraba. El seguia hacia delante con su su míniscuscula bolsa que hubiera podido compartir. Mis paseos por Madrid me desgarran el alma.
Ana
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