sábado, 24 de enero de 2015

diferencias.

Ayer caminaba por Madrid con mi amiga Idoia, cuando vimos a  muchos periodistas que hacían guardia a la puerta  de una casa, en el barrio  de Salamanca, el más caro de Madrid. Reconocí la casa de Bárcenas, que salió de la cárcel el jueves. 
 El lunes 12 iba a la Estación de Autobuses de Segovia, a las seis de la mañana, me llamó la atención ver a dos personas tapadas con mantas, durmiendo en el suelo de un cajero automático. ." A mí no me hables de eso," me dice alguna amiga, si saco el tema de alguien o de algo que la lleve a pensar.
Sujeto mis lágrimas a mi boca, cada vez que me les encuentro arrojados en las calles, buscando en la basura, sonriendo a la puerta de los supermercados, para recibir una monedas para calentarse, cantando en las esquinas como si fuera un duelo al sol. Oigo sus  voces de miedo, de dolor, de angustia, de rutina pegada al frío. Ellos no son Bárcenas, no son noticia, no tienen  cuentas en Suiza sólo poseen su dignidad.

Ana Maria Tapias Garcia. 


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