Veo sus rostros arrodillados al lado de su verdugo. Un escalofrío recorre mi conciencia. El hombre de negro permanece de pie. Les obliga a no llorar, a ser participes de la venganza que les arrebatará su cabeza, que se perderá en la macro realidad, que afecta a los Estados, como si fuera parte de una lágrima crónica.
Veo sus rostros cansados, enquistados a una guerra que no les pertenece, que les sume en su Apocalipsis.
Miran a sus familiares, se despiden de ellos, y de nosotros que les cobijamos bajo nuestro dolor.
La guerra tumba la esperanza en el sentimiento. La guerra.
Ana Maria Tapias Garcia.
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