Aparecen
ante mí, en una fotografía de un periódico de 21 de agosto de 2021. No me acostumbro
a su presencia en mi sentimiento. Llevan décadas luchando; apuntando con sus fusiles,
a quienes no acatan su moral, envilecida por la violencia, por la tortura, por
la sangre de sus víctimas, quienes no se comportan como dictan sus palabras,
irreversibles, contaminadas, opacas, de un mundo nacido en la imposición, que teme asomarse a la realidad de una
sociedad libre, democrática, multicultural, tolerante, donde los sueños forman
parte de la esperanza, donde hombres y mujeres, no son fantasmas a los que
decapitar, son seres con derechos y deberes, escritos en la Constitución; donde
hombres y mujeres, hablan sin miedo de ser ejecutados; donde hombres y mujeres,
eligen su forma de vestir, de amar, de susurrar al destino. Las armas no pueden
vencer al totalitarismo de sus pensamientos, que vagan sin fisuras por un país
que ha olvidado sonreír, que llora sin remedio dentro de mi confinamiento, que
si pudiera abriría las casas afganas y las invitaría a volar, y a los hombres de barba, los llevaría a la
universidad para que estudiaran como las costumbres, como las tradiciones han de
evolucionar, no perpetuarse en la miseria, en el dolor, en la incertidumbre, de
un régimen, que solo asesina la esperanza.
Ana Tapias( todos los derechos reservados(©
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