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Ana Tapias(todos los derechos reservados)©
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Ana Tapias(todos los derechos reservados)©
Las nubes se mecen en el horizonte, adonde llegan voces de hombres, de
mujeres, quienes anhelan vivir sin miedo; quienes claman desterrar la
incertidumbre; quienes caminan ajustados a la supervivencia; por eso, a veces,
abrazan nubes, para saciar su apetito de sueños, pero los sueños son frágiles,
y lloran sobre el olvido; donde un eco de esperanza, se adivina dentro del sufrimiento.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
La mujer de la fotografía, es Flora; madre de mi abuela Encarna; cuyo
retrato ha llegado a mi vida, para que la cuide, para que la mime, para que la
susurre, cuando me asomo en el espejo para observar el paso del tiempo; mi
bisabuela, construida en mi fantasía,
como un ser alado a quien abrazar; me contesta con elegancia, con tranquilidad,
con belleza, sobre la vida y sus tristezas; porque
hay momentos de lucha; hay días de
incertidumbre: hay horas de lágrimas; pero también, hay espacio para soñar, para
volar, para saltar, sobre el miedo y caer sobre la felicidad; siempre merece la
pena vivir, escucho en lo más profundo de su mirada; que me invita a deslizarme
por el día a día, agarrada de su mano, para que no me derrote la melancolía del destino.
Con amor a mi bisabuela Flora Sanz Cristóbal
Siempre busco esta vieja fotografía, heredada de
mi abuela materna, que refleja la boda de su hermano, pequeño, Amador; al que
sobrevivió. Mi tío-abuelo, murió a los pocos meses de casarse, con apenas
cuarenta años; y su memoria, quedó pendiente de un hilo, agarrada a una
sugerencia, estrangulada por la brevedad. Se que me mira, que intenta hablarme,
pero su voz, se queda paralizada en medio del olvido; de donde intento, una y
otra vez, rescatarla, para sentir su sufrimiento, por haber huido de la
felicidad tan joven; de donde intento, reciclarla para que viva en un mundo
paralelo, que construyo en mi fantasía; de donde intento, construir, un
hogar con hijos, a quien enseñar la dureza de su vida, pues se quedó de
huérfano cuando aún no había cumplido los cinco años. Siempre recurro a esta
vieja fotografía, para mirarme en el espejo de mis antepasados, a los que
escribo, desde lo más profundo de mi corazón, que es el suyo
Con amor a mi tio abuelo, Amador Heredero Sanz.
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En mi vida, he tenido muchas amigas, unas buenas,
otras malas, otras sanas, otras envidiosas, otras raras, otras preguntonas,
otras sencillas, otras interesadas, otras divertidas, otras silenciosas, otras
aburridas, otras simpáticas; con la mayoría de ellas, no tengo relación, nos
hemos abandonado, pero si tengo alguna buena amiga en estos momentos; una de
ellas, es Fuencisla. Vive en otra ciudad, así que, nos comunicamos por correo
electrónico y por el móvil. Cuidamos nuestras palabras de apoyo, nuestros
gestos de empatía, nuestras muestras de afecto, que al vernos se traducen en
sensibilidad; la que derrocha Fuencisla, en sus botes con flores; pintados con
cariño, con esmero, con paciencia, con educación, con amor. El amor, que nos
tenemos, traspasa las fronteras de la distancia, y se instala en la cercanía,
de un corazón, que crea para abrazar mi soledad, que camina para seguir
luchando, por nuestra amistad.
Con cariño, a Fuencisla, que siempre me escucha, que siempre me mima,
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Hay una voz, que busco, que necesito, que escucho, al otro lado del Atlántico, es la de Yoani Sánchez; quien narra la vida, desde la Cuba, oprimida, torturada, silenciada, por una dictadura; que golpea, que encarcela, que arrebata, la dignidad, a quienes piensan en la libertad; pero Yoani, a pesar de estar perseguida, no se calla, no se rinde, no esconde sus palabas; son eco de la rebeldía, de miles de cubanos, abrazados por su voz, que abriga la esperanza, de vivir, en una patria no empobrecida, no saqueada, no desdibujada. Una patria, que sonría a las flores, sin miedo, sin dolor, sin sangre. Una patria, para soñar, para susurrar, para cantar, bajo la rúbrica de la libertad. La patria, que Yoani, a través de las ondas, reclama. Hay algo en su voz, que me encadena a su lucha, que me da la mano para que salte, que me arrulla para que vuele a su lado, y no esté sola.
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Sola se yergue en medio del silencio, buscando la luz que la
acompañe, para no caer exhausta ante la tristeza, que la despojará, pétalo a
pétalo, de ella misma; olvidando su esencia, para convertirse en espejo de la melancolía,
adonde llegará una brisa de esperanza, que la invitará a ser memoria
Con todo mi amor a mis cinco sobrinos, de los que espero ser memoria
SGT. AFGT.GGT. MGT. IFGT, os quiero
Ana Tapias( todos los derechos reservados(©
Cada mañana, de Viernes Santo, camino en soledad,
por la Catedral de mi ciudad; que resguarda, las semanas santas de mi infancia;
donde aprendí a amar las tradiciones; donde aprendí a respetar los cultos;
donde aprendí a sentir el dolor, que llegaba hasta mí, al ir a la “Procesión de
Viernes Santo”; donde hombres y mujeres, lloraban la despedida de Jesús, el maestro,
el amigo, el hijo. Camino de la mano, de mi abuelo. materno, escuchando sus
palabras de su niñez; me detengo delante de una capilla, donde encuentro a la
burrita, que sale el Domingo de Ramos a las calles; y mi mente, viaja, a
como mi hermana, Encarnita, se perdió al seguirla; pero en seguida apareció; en
frente de la burrita, se encuentran los
tambores, apretujados, aburridos, adormecidos, hasta que lleguen las manos, que
los acaricien, para que su eco, tome el corazón, de la que niña, que fui y lo trasporte hasta la eternidad,
donde descansarán mis recuerdos
Acumulo
palabras en la madrugada, en periódicos atrasados, que nunca leo a tiempo, por
tener, que correr al ritmo de la monotonía, siempre impuesta, siempre distante,
siempre inadecuada, para mi nostalgia, que exprime segundos al día, para estar
al tanto de realidades ajenas, que me contaminan con su crueldad. Pasó las
páginas del 21 de enero de 2021, algo dormida, pero necesitada de mi desayuno
de palabras; encuentro una fotografía, que me absorbe, que me devora, que me
anula, mi paz interior. Es un padre que camina de la mano junto a su
hija. El padre es un dictador, la niña es su heredera, al fondo, se
alza un misil; grande, largo, eterno, escoltado, por militares diminutos, débiles,
intrascendentales, que lanzaran el miedo al universo. El padre, con seguridad,
con ferocidad, con acritud, habla a la niña, quien, continuará la violencia que
ejerce su padre sobre su pueblo, que permanece hierático, ante la tortura,
sistemática de sus derechos; que son acallados entre lágrimas de cárceles, de
torturas, de balas, de misiles, que no juegan a ser libres, sino que son
enterrados en la opresión, donde una niña, será la malvada princesa del dolor.
Los relojes como si fueran los guardianes
de la nostalgia, de un tiempo, ya desaparecido, huido, vencido, custodian a las
fotografías en blanco y negro; que nos invitan a participar en otras vidas, cuajadas
en la alegría, en la tristeza, en la salud, en la enfermedad, en la valentía,
en el miedo, en la luz, en la oscuridad, de unos años, que nunca volverán a sus
miradas desaparecidas en la nostalgia del ayer, al que interrogarnos y cuya respuesta
es el silencio.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©