No es fácil observar la despedida de los seres, con los que
nos encontramos en el camino; a veces, no nos damos cuenta de la obligación que
tenemos de sonreír; pero cuando un
cadáver llama a nuestro corazón, enloquecemos
de la culpa de seguir respirando sin dar gracias al destino, por dejarnos
soñar un día más; en el que abrir los ojos para mirar la belleza del momento; que es frágil pero
necesaria, para esbozar un compromiso con la lucha; que nos disfraza de héroes,
para sobrevivir a la realidad; donde hemos
de jugar a crear un mundo mejor; para terminar derrotados cuando la muerte nos arrastre hasta
su felicidad.
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Ana Tapias.
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