Siempre imaginaba pasear por el Egypto de los farones, entrar en una pirámide ver la cámara funeraria, conversar con las mominas. Sentir la historia en mi mirada. La historia de un Egpyto con esclavos y dioses. Un Egpyto sin guerra. Ahora no podría pasear por él. La guerra se cruza en sus calles: el ejército dispara contra la población. He visto en la televisión un niño muerto. He llorado con sus padres. He visto la sangre derramada. He visto el dolor de un pueblo que se enfrenta.
No entiendo las guerras. No entiendo la violencia.
Egypto debería ser un país para el recuerdo, no para la lucha. ¡ Para qué tanta sangre derramada!. El poder no debería dar sangre, sino sonrisas. Sonrisas del pueblo soberano. Sonrisas de hermanos que hablan con las palabras no con las armas. Sonrisas de un país que debe parar la violencia. Nadie la parará y todos la condenarán. Es como un escenario de titeres: todos miraran y gritarán" No os matéis!, y ellos se matarán. Se matarán porque no oirán. Son seres movidos por hilos. Hilos imposibles de parar. La violencia la mueven siempre los mismos y la ejecutan otros. Los mismos se salvan y los otros son niños que yacen ensangrentados. Los mismos nunca mueren. Los otros no dejan de caer. Los mismos son los culpables. Ellos deben dejar de sonreír. Ellos hacen de Egypto una piramide de sangre. Ellos han de parar la violencia.
Ana Maria Tapias Garcia.
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