El desánimo arropa a las figuras el Belén, siempre hieráticas, siempre mirándose como si se conocieran, como si el azar les hubiera llevado a la delincuencia que supone el silencio. Saben que la fe es un collage de miedos, que los usuarios de las bendiciones papales acabaran olvidando la suma de sus pecados, para desenvolverse con fluidez en el camposanto, donde la igualdad no existe.
El desánimo es borrado por el maquillaje de las luces.
Ana María Tapias García
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