El 31 de marzo hará diez años que mi abuela, Encarna, murió. El sitio donde se sentaba en el sofá está vacio, nadie lo ha ocupado. Me siento a su lado, ojeo su figura, la abrazo como si fuera una silueta que huye en silla de ruedas. A duras penas puedo contener el recuerdo, camino sin pensar a la casa donde nació. Busco a través del tiempo, sus primeros pasos, su sonrisa, sus ojos verdes, su voz. Me quedo parada bajo las ventanas, espero que llueva para camuflar mis lágrimas. Vuelvo a casa, suspiro, la echo de menos.
Con todo mi amor a mi abuelita.
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