El viejo despertador, del tío Esteban, me saluda insistentemente; para protegerlo de la soledad, lo he cubierto con mi gorro de cuando era pequeña. Fui pequeña, aunque no lo recuerdo ¡He cambiado tantas veces de forma, de color, que a veces no sé quién soy, pero, me llaman siempre por un nombre, que debe ser el mío, que no logro olvidarme! El despertador baila en mi mesilla, angustiada, por no llegar a la hora a mis obligaciones, impuestas por el calendario de no soñadores. Un día cualquiera, me voy a armar de valor para bautizar el tiempo, y así al menos, tendré fe en mis arrugas incipientes de sufrimiento; en mis pies caducados de lágrimas; en mis agarrotadas manos de soledades; que ya no se sentirán solas, pues contarán con la iglesia de los minutos, a los que rezaré para pedir más tiempo para vagar por mi destino.
lunes, 30 de agosto de 2021
Bautizar el tiempo.
El viejo despertador, del tío Esteban, me saluda insistentemente; para protegerlo de la soledad, lo he cubierto con mi gorro de cuando era pequeña. Fui pequeña, aunque no lo recuerdo ¡He cambiado tantas veces de forma, de color, que a veces no sé quién soy, pero, me llaman siempre por un nombre, que debe ser el mío, que no logro olvidarme! El despertador baila en mi mesilla, angustiada, por no llegar a la hora a mis obligaciones, impuestas por el calendario de no soñadores. Un día cualquiera, me voy a armar de valor para bautizar el tiempo, y así al menos, tendré fe en mis arrugas incipientes de sufrimiento; en mis pies caducados de lágrimas; en mis agarrotadas manos de soledades; que ya no se sentirán solas, pues contarán con la iglesia de los minutos, a los que rezaré para pedir más tiempo para vagar por mi destino.
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