Nuestros ojos, olvidan que somos muertos con un corazón que late, pero,
cuando llega el otoño, nuestras pupilas vacías de horizonte, se dilatan para dejarse
llevar por la realidad; donde nuestras manos dibujan nuestra despedida; que cae
sin asustarse en bancos, en estatuas, en parques; cargados de ausencias, donde
nuestra alma, llora, sin sombra, nuestro adiós.
Ana Tapias( todos los derechos reservados(
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