Ando
perdida con el término “España vaciada"; desconozco su origen. Que yo
recuerde, no es un hecho de estos últimos años, que los jóvenes se vayan de los
pueblos. Mi padre y sus hermanos, emigraron a la ciudad en los años cincuenta,
del siglo pasado; para llevar una vida mejor que sus padres; que fueron
agricultores y ganaderos, de la Castilla de antes; donde el número de vacas no
era parte de cuotas, a las que obedecer automáticamente. Mi abuelo materno, fue
pastor, realizaba la trashumancia, con sus ovejas y sus perros; iba desde
Castilla la vieja hasta la Extremadura; mientras mi abuela, cuidaba de sus
hijos, de sus tierras, y del ganado. Eran tiempos, donde la ganadería y la
agricultura, apoyaban a las familias a vivir con dignidad, y con pocos
recursos; así que, anhelando un cambio de circunstancias, muchos dejaron su
paisaje sentimental para adentrarse en la ciudad. Pasando los pueblos, a ser
lugares a los que regresar para descansar del humo, de la contaminación, de las
prisas, y poder respirar el olor del ayer, las huellas de su infancia, el suspiro
del horizonte. Los pueblos, envejecen con sus habitantes, pero serán
colonizados, por sus herederos, quienes aman el ADN del campo; por eso, sé que los
pueblos no se vaciaran, porque el eco devolverá las ausencias, y las plazas
serán espejos de los nuevos conquistadores del ayer.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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