El
otoño se despide lentamente, entre suspiros del invierno, que dejará a los
árboles desnudos de esperanza, que invita al olvido, que se cobijara dentro del
armario del ayer; donde el recuerdo aparecerá en el fantasma de la nieve, que
un día, mi abuelo materno, me explicaba con gusto a eternidad, que era memoria
de su infancia, que sobrevivía a la caricia al frio; que se calentaba junto a
la leña y a los cuerpos de sus hermanos mayores; que le invitaron a ser abrigo para su frágil esqueleto. Cada otoño, siento nostalgia del ayer y lloro
como si fuera una hoja sin destino.
A la
memoria de mis cuatro abuelos: Evarista, Saturnino, Encarna y Leoncio, os quiero.
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