Un minuto parados dentro de un vagón de metro, esperando que abran las puertas, se hacen interminables. Donde todo puede suceder cuando ves al maquinista pasar por el vagón con cara de miedo y buscando algo y al guardia de seguridad en el anden. Uno se siente atrapado, como sí estuviera dentro de la cabina telefónica de Mercero y fuera José Luis López Vázquez mientras te miran los pasajeros al otro lado de la puerta: ellos están libres. Y es que la libertad depende de un minuto, minuto de soñar: soñar con ser el de fuera.
Ana
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