Las revoluciones se expanden por las calles con sombras asesinadas. Sus madres lloran ante el mundo delante de los micrófonos. Sus hijos yacen en medio de la libertad que anhelaban, siendo victimas de la dictadura del destino. El destino olvida rápido a los que hacen justicia.
Las revoluciones no pueden hacer el trabajo de los parlamentos. La sangre de las palabras, es la única con la que deberíamos hacer la revolución. No se puede respirar al lado de sombras, que nos miran mientras vamos a trabajar, reclamando su derecho a estar vivas, mientras seguimos caminando.
Ana Maria Tapias Garcia.
Las revoluciones no pueden hacer el trabajo de los parlamentos. La sangre de las palabras, es la única con la que deberíamos hacer la revolución. No se puede respirar al lado de sombras, que nos miran mientras vamos a trabajar, reclamando su derecho a estar vivas, mientras seguimos caminando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario