Nadie duerme en Paris. El estallido de la sangre mantiene con los ojos abiertos a los parisinos. La Torre Eifel lagrimea entre los flashes de los fotográfos. Altares con velas y con flores cantan la "Marsellesa". Las familas gritan dolor. Paris huele a guerra. Amanece sin tregua en la ciudad cuyo horizonte ha sido bombardeado.
A los parasinos con amor.
Ana Tapias
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