Cada otoño, nos damos cuenta quienes no pisan las hojas no se enteran,
que la vida se nos va sin pedir permiso; sin dar explicaciones; sin excusarse,
para abandonarnos delante de un Camposanto, donde descansan seres anónimos;
alojados en lúgubres, en pequeños, en incómodos, espacios no aptos para
respirar, ni para soñar, tan solo para olvidar. Cada otoño, al caminar
sentimos, que un día, no tendrán sentido las preocupaciones, ni las angustias,
ni las meteduras de pata, porqué seremos uno más en cadena de tumbas sin
sombra.
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