La abuela Encarna, nos dejó hace muchos, he
perdido la cuenta, creo que diecinueve, llega un momento que el tiempo no importa,
que el tiempo se detiene, que el tiempo son sus recuerdos que son guardados en
armarios, como sus viejas zapatillas, que duermen junto a mis zapatos para
calmar mis pesadillas; como sus opacos vestidos que bailan junto a vestidos trasparentes;
como su retrato que pintó mi hermana, Encarnita,
y permanece donde se sentaba. Su espacio en el sofá, pertenece a su sonrisa, que
me acompaña en mis silencios, en mis soledades, en mis susurros; donde siempre
la llamo y sé que desde su corazón me contesta con palabras suaves, amables,
tiernas; cargadas, de ese amor, de abuelita, que tanto anhelo en mis lágrimas
de la monotonía; donde verla era un consuelo para mi esperanza, que se recicla
al abrazar la memoria de sus cosas, que vagan por la casa para no borrarse del
todo
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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