martes, 7 de junio de 2022

La flor y su soledad

Estaba sentada en un banco de piedra, para que mi cuerpo no agonizará tras una larga caminata, cuando todo me invito a mirarla; estaba sola en medio de un jardín, donde nadie la hablaría; su voz enmudecería ante la falta de sensibilidad para admirar sus consonantes, sus vocales; que formarían un abecedario de aromas, para quienes se detuvieran a sentir su presencia, pequeña, débil, desnuda, de inviernos, de otoños, de veranos; agazapada dentro de la primavera, que se despide lentamente, con miedo de no regresar al año que viene, por ser inapropiada para la monotonía; por ser demasiado cálida; por ser incoherente con el destino, que la anuncia, que la busca, que la necesita dentro del inhumano invierno; donde es una esperanza de encontrar sonrisas en los jardines, que la hace parecer un espejo, donde se refleja la felicidad de nuestros pétalos, que también nos abandonan bajo la lluvia; que usurpa caricias de la inmortalidad, para postrarnos en un jardín de olvidos, donde tal vez el recuerdo nos abrace para sentirnos vivos

 

Ana Tapias( todos los derechos reservados)©

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