De las
personas de las fotografías, solo he conocido a uno, a mi tío-abuelo, que fue
el padrino en la boda de una sobrina, que no es prima mía; el hombre guapo, que
mira al futuro es otro tío-abuelo, el día de su boda; murió a los seis meses de casarse; es una sensación rara, pero
le tengo cariño, puesto que, forma parte, del amor a mi abuela, y no le puedo
negar a él, a quien me encuentro en momentos de felicidad, perdido entre
cajones, que rescato para que viva en mi corazón; de la otra fotografía, nadie sabe nada; debe formar parte de
una herencia perdida de una tía- abuela, que para ella, eran personas
importantes, con un significado y sentido en su monotonía; los he adoptado,
como parte de mi familia del recuerdo. Todos ellos, seguro que pensaron en
algún momento de su vida, que no hace falta mucho para soñar, ya que, con unas
moras, sus sonrisas eran dulces, y eso era suficiente para no alargar la mano
al destino; que es un eco de lo imprevisible, que se acerca sin miedo hasta
nuestras lágrimas, que nunca formarán parte del recuerdo, que dejamos a los
demás para ser algo más que un rostro sin bautizar.
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