Dos viejos conocidos, con el paso de los siglos, arrastran sobre sus
pesados cuerpos, la erosión, la nostalgia, la incertidumbre, de sobrevivir a la
memoria, que los ha relegado a ser meros faros de piedra; no bautizados
por el sentimiento, de quienes los contemplan, exhaustos de mirar a otros
faros; también cansados; también
descatalogados; también enquistados en el ayer; donde los humanos eran
pequeños, eran suaves, eran acogedores; pero, la soledad, pero el silencio,
pero el dolor, los han trasformado, en seres, que no se detienen en admirar el
vocabulario del pasado; donde la mano del hombre se alzaba ante el destino, dibujando
un horizonte de esperanza.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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