El paso del tiempo, se asemeja a un muñeco con un reloj sin
manecillas: que se tambalea sobre su cuerpo desnudo; que busca ser acariciado
por la inmortalidad del momento; que yace escondido en medio del silencio; que
pulula entre la nada y entre el destino; que es subrayado bajo la lluvia, con
frases, que claman al recuerdo; que es exiliado a campos de concentración de la
monotonía; donde los abrazos reclaman
ser parte del calendario, que sueña con el ayer; donde los ojos cerrados de un
muñeco lloran al mañana.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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