Andaba envuelta en mis angustias del jeroglífico que supone mi nuevo
trabajo; cuando encontré su sonrisa amable, su dulzura incondicional; su mano
tendida entre la distancia que nos separaba. Su ternura paralizó mi miedo; me
habló, me dijo que si quería sus dibujos; mis lágrimas se tornaron en sonrisas,
y contesté que sí, que amaba el arte. María Jesús, me regaló su esfuerzo, su
tenacidad, su entusiasmo, su necesidad de sobrevivir al paso del tiempo; de
ella, que fue modista y ahora es una mujer mayor con andador, que pulula entre
la realidad y el deseo; que vaga entre olvido y la memoria; que colorea entre
la fantasía y el sueño; donde me abraza; donde me habla, donde me susurra, que
he caminar mirando a personas desdibujadas por el silencio como ella; que
merecen ser recordadas; que merecen ser bautizadas, que merecen ser estrellas en medio la noche obscura, que nos
derrotará a todos, pero hay personas como María Jesús, que nunca dejaran de
brillar.
Con cariño a María Jesús Sánchez
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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