estaba atrapada viendo a hombres y a mujeres que subían los escalones, hacia la fama. Sonó el teléfono, ya era muy tarde. Algo había pasado, la cara de mi padre reflejaba preocupación. Mi madre y yo le seguíamos con la mirada. La palabra hospital salió de sus labios. Antonio Banderas dedicaba el Goya a su hija. Los candidatos ajustaban sus nervios a la butaca, que se quedaba enjuta, encogida, diminuta. Mi padre habló, Mariana se había caído de su silla, fueron al hospital la pusieron 7 grapas, que a nosotros nos parecieron muchísimas, para su pequeña cabeza. Mariana de 2 años, protagonizaba la secuencia trágica, de la película de nuestra monotonía. Los Goya continuaron ajenos a las agresiones de dolor, que nos empujan a soñar, sin paraguas en la pantalla grande.
Ana Maria Tapias Garcia.
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