Ayer, caminaba bajo la lluvia, cuando mi mirada se detuvo en seco en un escaparate, de una tienda de segunda mano. Intuí la soledad de los objetos ya usados, acostumbrados a las manías, a los gestos, a la simplicidad, de un hombre o mujer, para ser vendidos otra vez a otro hombre u otra mujer, que les atormentará con nuevas exigencias, que les obligará a replantearse su vida, que les incautará sus sueños.
Los objetos como las personas, sufrimos por la erosión de los comportamientos, que nos amagan a ser permanente cuestionados, por humanos que nos encienden y nos apagan a su antojo.
Ana Maria Tapias Garcia.
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