Alegre, bonachón, simpático, pegado a su boina. Su paisaje del recuerdo, le conducía a sus viajes con las ovejas por tierras castellanas hacia tierras extremeñas, cuajadas de inhóspitas noches al raso, de adusta soledad, de torpe figura recortada entre valles, de vocales y de consonantes, que bautizaban a las merinas. Saturnino, se desnudaba de sus añoranzas delante de la vetusta chimenea, bajo la atenta mirada de sus nietos, a quienes azuzaba sonrisas a través de su voz, a quienes espolvoreaba caricias del ayer a ritmo lento y pausado, a quienes cantaba sus hazañas contra el hambre.
La sombra de su boina permanece en mi memoria.
A mi abuelo.
Ana Maria Tapias Garcia.
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