miércoles, 11 de febrero de 2015

Saturnino.

Alegre, bonachón,  simpático, pegado a su boina. Su paisaje del recuerdo, le conducía a sus viajes con las ovejas por tierras castellanas hacia tierras extremeñas, cuajadas de inhóspitas noches al raso, de adusta soledad, de torpe figura recortada entre valles, de vocales y de consonantes, que bautizaban a las merinas. Saturnino, se desnudaba de  sus añoranzas delante de la vetusta chimenea, bajo la atenta mirada de sus  nietos, a quienes azuzaba sonrisas a través de su voz, a quienes espolvoreaba caricias del ayer a ritmo lento y pausado, a quienes cantaba sus hazañas contra el hambre.
 La sombra de su boina permanece en mi  memoria.

A mi abuelo.

Ana Maria Tapias Garcia. 

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